TAGORO
El Volcán Submarino de La Restinga
Isla de El Hierro
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Aquella tarde los compañeros de Lucía decidieron chapotear en el agua y la dejaron sola recogiendo conchitas y galanas. Lucía buscaba y buscaba, sus ojos se quedaban tan pegados en la arena y tal era su concentración, que dejaba de escuchar los gritos de sus amigos. Para ella, el tiempo se paraba en ese momento.

En medio de las risas y de los gritos lejanos de los niños en la playa, una voz de mujer interrumpió la concentración de Lucía. Aquella voz que parecía venir de algún lugar muy remoto la llamaba con insistencia. La niña miraba y miraba a su alrededor buscando quién la llamaba, pero no veía a nadie. ¡La voz cada vez sonaba más alta, pero solo Lucía parecía oírla! Lucía se levantó nerviosa y empezó a caminar sin saber muy bien hacia dónde se dirigía; su única pista para orientarse era la voz que continuaba llamándola.

— ¡Lucía, Lucía! Ven, acércate.

Y Lucía preguntó desesperada:

—Pero… ¿dónde estás que no te veo?


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