TAGORO
El Volcán Submarino de La Restinga
Isla de El Hierro
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El miedo y la incertidumbre paralizaron la vida rutinaria y tranquila del paraíso. Había una pregunta muy frecuente entre sus habitantes: «¿Lo sentiste?». Casi todos lo sentían, con más o menos intensidad, incluso bajo el agua hubo buceadores que notaron el baile de Nisa. En alguno de esos temblores, se escuchaba cómo crujía la isla, siendo sus habitantes partícipes del milagro de la vida.

Los días pasaban y la incertidumbre de no saber en qué terminaría todo aumentaba entre la gente. La poca confianza en la naturaleza reforzaba el miedo ante lo desconocido, ante lo que no se veía, pero se sentía. Lo más bello de aquella situación de tensión emocional fue la unión de los habitantes de la isla, que hizo recordar el origen y la esencia del pueblo herreño: su bondad y respeto por la madre tierra.

Nadie sabía por dónde saldría toda aquella energía acumulada bajo la tierra, una tensión que empezaba a sentirse también entre los habitantes de El Hierro. Después de bailar de un lado a otro de la isla, Nisa eligió esta vez el mar, concretamente el Mar de Las Calmas, frente al pueblo de La Restinga, para mostrarse a todos aquellos que la estaban esperando.



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