Ahora la luz era intensa y en medio de esa luz, la bella Nisa se hizo presente ante los ojos de la niña. Nisa llevaba un vestido rojo y plateado que iluminaba su hermoso rostro y, como un ángel, parecía que volaba en medio del agua.
Su pelo de color ocre intenso era larguísimo y su sonrisa contagiaba la vida. Todo parecía un bello sueño. Lucía quedó atrapada en ese sueño, y en el momento en que Nisa le tendió la mano, se la tomó, y se dejó llevar sin pensarlo. Juntas, diosa y niña comenzaron un paseo por el fondo del Mar de Las Calmas.
Comenzaron la travesía acompañadas de la gran bola de peces y del Mero Pancho que permaneció junto a Lucía en casi todo el trayecto. Colores, luz, vida, explosión de energía… Lucía se sentía como en otro mundo, donde la tranquilidad y el silencio eran infinitos.
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